Crítica: Amanecer (F.W. Murnau, 1927)

Si alguien se me acercase y me dijese “oye, ¿me podrías recomendar algo de cine mudo? Nunca he visto nada y quería empezar” la primera película que me vendría a la mente sería Amanecer. El argumento es universal, la historia es sencilla, tiene drama, tiene comedia, tiene amor, monstruos, brujas malvadas e inocentes princesas… eso sí, no tiene vampiros moñas embadurnados de brillantina ni hombres lobo lampiños, así que si habéis llegado aquí por el título y estáis buscando “otra cosa” puees no… ésta no es. Amanecer no es la primera película muda que vi, pero sí la primera que me enganchó de verdad, y lo consigue a través una historia sencilla, una puesta en escena en forma de fábula, una fotografía absolutamente despampanante y un dominio de la técnica que, por culpa del surgimiento del cine sonoro, estaba a punto de desaparecer y tardaría años en volver a alcanzarse. Totalmente recomendable si queréis iniciaros en el cine mudo. Eso sí, un consejo: recordad que es una película de 1927 y que entonces los roles hombre-mujer eran distintos.

Es periodo de vacaciones y la gente de la ciudad se desplaza al campo en busca de paz, descanso… y rudos campesinos. Y así, una vampiresa de ciudad, descocada y ataviada de negro, atrae a un campesino, que abandona a su mujer y a su hijo para horror, comidilla y cotilleo de todo el pueblo, y desgracia de la sufridora y abnegada mujer. Pero las cosas se complican cuando la vampiresa le ofrece a nuestro protagonista vender todo, escaparse a la ciudad… y ahogar a su mujer para evitar problemas. ¿Sucumbirá nuestro protagonista al hechizo de la vampiresa de ciudad? ¿Será capaz de asesinar a su dulce mujercita? Os invito a que os veáis la película para saberlo, que solo dura hora y media.

Amanecer está considerada uno de los grandes clásicos del cine mudo y del cine de todos los tiempos. Dirigida por F. W. Murnau, responsable de un buen número de clásicos del cine mudo alemán encuadrados en la corriente expresionista, Amanecer fue la primera película que rodó en Estados Unidos y que trajo buena parte de esa estética al cine americano. No sé mucho de expresionismo y de las anteriores películas de Murnau solo he visto Nosferatu, así que voy a dejar la parte de Historia del Cine para los historiadores y simplemente voy a decir que Murnau se las arregla para convertir una historia de lo más anodina en una fábula hipnótica con un ambiente casi de fantasía. La mujer de ciudad (Margaret Livingston) no parece una mujer corriente, sino una madrastra de Blancanieves, una oscura vampira que controla el alma del protagonista, capaz de dirigir su voluntad desde la distancia o convocar ante él las imágenes de las tentaciones que le ofrece. El hombre protagonista (George O’Brien) no parece un granjero corriente sino un monstruo, un ogro manipulado por la mujer de ciudad y sospecho que no es casual que en algunos momentos clave el personaje se parezca más a un zombie que a un ser humano. La mujer del campesino (Janet Gaynor) parece una princesa de cuento, una Blancanieves que tiene que ablandar a su Cazador, un blanco y radiante dechado de bondad que debe ejercer su propio hechizo sobre el ogro para salvarse. Siempre se define Amanecer como una de las más grandes historias de amor jamás filmadas. Yo la definiría como uno de los cuentos más hermosos jamás filmado porque me funciona mejor como fábula que como historia de amor radicada en la realidad. Como tal, vista hoy, tiene sus problemas, principalmente en la naturaleza violenta y bastante irracional de su protagonista masculino.

F.W. Murnau no era muy amigo de los intertítulos. De hecho, su película El Último (1924) está rodada con los mínimos intertítulos para explicar el final. Eso se refleja en Amanecer, que usa los intertítulos necesarios para situarnos en la historia, pero en su gran mayoría utiliza solo la imagen como elemento narrativo, consiguiendo que la historia fluya muy bien. Además, el uso de efectos en algunos intertítulos (difuminados, disueltos) es muy bueno y hace que estos intertítulos, que generalmente tienen una labor únicamente explicativa, hablen de la forma de expresarse (y también de los pensamientos) de los personajes. Creo que son los intertítulos mejor utilizados que he visto en una película muda.

La fotografía es impresionante. Sin paliativos. Hace poco hablaba de El hombre y el monstruo (1931), la primera adaptación sonora de El doctor Jekyll y Mr. Hyde, y mencionaba su espléndida fotografía y su innovador trabajo de cámara para una película de comienzos del cine sonoro. Su director de fotografía, Karl Struss, es el mismo que firma (conjuntamente con Charles Rosher) el trabajo de fotografía de Amanecer. Cuando lo descubrí pensé “ah, eso lo explica todo”. Este estupendo trabajo destaca especialmente en las escenas nocturnas (rodadas en decorados, como el resto de la película), que tienen un ambiente onírico, de irrealidad, excepcional. En muchas ocasiones la película utiliza superposiciones de distintos planos con resultados fantásticos, como la escena nocturna en la que el recuerdo de la mujer de ciudad acosa al protagonista. El trabajo de cámara es muy dinámico, con fantásticos travellings, como el paseo nocturno del protagonista en busca de la mujer de la ciudad, y el montaje, el tipo de planos empleados y el estilo en general son ya muy propios de una película sonora de mediados de los treinta. No, miento, son mejores. Lo que quiero decir es: no temáis un estilo acartonado con un plano fijo y actores desfilando por delante de la cámara. El cine mudo había alcanzado su plenitud artística en 1927 y las películas de aquellos años tienen un trabajo de cámara y un ritmo perfectamente visibles y disfrutables hoy en día. Al menos ésta que nos ocupa y Y el mundo marcha (1928), que son las que tengo en mente, cumplen estos requisitos.

Otra parte a destacar es la espléndida banda sonora, que afortunadamente se ha conservado gracias a que esta película fue la primera en emplear el método Movietone que permitía grabar el sonido sincronizado en el propio celuloide. Todos los temas contribuyen a aportar un grado extra a las emociones representadas en pantalla, con momentos excepcionales como el café en la ciudad o la iglesia, y, además se empieza a experimentar con el sonido, a veces mediante la propia música, otras veces mediante efectos sonoros. Sí, Amanecer tiene sonido. Baste con decir que El Artista (2011) es más muda que esta película. Y es que, aunque El cantor de jazz (1927) se considera la primera película sonora de la historia del cine, muchas películas en aquella época estaban experimentando con formas de incorporar el sonido al cine. Amanecer es una de ellas, y una muy interesante por su uso de efectos sonoros para remarcar las acciones y las emociones (los tañidos de las campanas) o diferenciar el campo de la ciudad, y de la banda sonora para imitar las voces de los personajes.

Y me dejo para el final a los actores. El peso de gran parte de la película recae en George O’Brien (el campesino) y Janet Gaynor (su mujer). El primero está bastante rígido en su papel y con gestos algo exagerados propios de lo que se entiende por un actor del cine mudo. Para mí es el más flojo de la película, pero también creo que esa rigidez, esos gestos más exagerados y esa actuación menos naturalista contribuyen enormemente a definir a su personaje como un monstruo de cuento de hadas, susceptible igualmente de hundirse en la lujuria o de salvarse por amor. Quizás O’Brien sea el peor actor de la película, pero Murnau sacó un buen partido a sus cualidades interpretativas y el resultado final no desluce. Por otro lado, Janet Gaynor, que entonces solo tenía veintiún años, interpreta el que era y sería su papel insignia, la muchacha tímida, vulnerable y encantadora, y lo hace a la perfección. Gaynor en esta película es una de las cosas más adorables que se han visto en una pantalla de cine, a pesar de la peluca falsa (ella era pelirroja), y refleja perfectamente la abnegación, el miedo, el amor, el dolor y el perdón, convirtiéndose en el alma de la película y contribuyendo con su propio trabajo a dotar de profundidad al de su compañero. Por supuesto, para los estándares de hoy en día su personaje es muy pasivo, muy abnegado y esas cosas… pero recordemos que estamos viendo un cuento, no un reflejo de la realidad, y aunque estuviésemos viendo un reflejo de la realidad… ésta sería la de 1927. Margaret Livingston como la tercera mujer tiene un papel bastante pequeño y sencillo, pero lo cubre muy bien, dotando a su personaje de un aire siniestro que recuerda a ratos a un vampiro. A uno de verdad.

En resumen, Amanecer es una de las películas más importantes del cine mudo y de la historia del cine en general. Solo por eso cualquier aficionado debería intentar echarle un vistazo. Pero además es una hermosa fábula con un acertado equilibrio entre el drama y la comedia, plagada de hallazgos visuales y que se beneficia enormemente de ser muda y tener que expresarse a través de la imagen. Una demostración de que, a veces, sobran las palabras.

Pros:

  • La dirección de Murnau y la extraordinaria fotografía
  • El talento empleado para construir un hermoso cuento para adultos a partir de una historia tan manida y anodina
  • El magnífico uso de las superposiciones y las dobles exposiciones
  • El estupendo trabajo de Janet Gaynor
  • El buen partido que se le saca al trabajo de George O’Brien
  • La preciosa banda sonora
  • El uso del sonido y de los efectos sonoros
  • El equilibrio entre comedia y drama en la última media hora de la película, que aumenta el impacto del final. En un primer visionado puede chocar un poco la parte cómica, pero una vez vista la película entera se me antoja necesaria
  • El escaso uso de intertítulos hace que la acción fluya muy bien

Contras:

  • Que se intente ver como una historia realista con la óptica de hoy en día. Puedo oír las acusaciones de “reaccionaria apología del maltrato” desde aquí. Esta historia se puede interpretar de varias formas y “reaccionaria apología del maltrato” es la más facilona de todas.
  • Aún con lo dicho anteriormente, el protagonista masculino es bastante garrulo. Lo soluciona todo a base de violencia, y tampoco es plan. Es el punto más criticable del argumento

Curiosidades:

  • Aunque los segmentos de la ciudad puedan parecer rodados en una localización real, toda la película está rodada en decorados. De hecho, en la ciudad se utilizó la construcción a escala, con edificios más pequeños en segundo plano y de tamaño normal en primer plano, para dar la impresión de que el decorado era más grande de lo que realmente era.
  • Janet Gaynor fue la primera actriz en recibir un Oscar en la primera ceremonia celebrada en 1928. Lo consiguió por los tres trabajos que hizo en 1927, entre ellos Amanecer. Aunque entonces, recién nacido, el Oscar no era lo que es hoy en día, nadie se peleaba por él, y Gaynor recordaba años después que no le dio la importancia que adquirió posteriormente, y que fue más emocionante conocer a Douglas Fairbanks, el presentador de la ceremonia, que recibir el Oscar.
  • La primera ceremonia de los Oscar también fue la única que concedió dos Oscar a la Mejor Película. El Oscar canónico a la mejor película y el que está en todos los artículos sobre la historia de estos premios fue para Alas, un éxito comercial de aquel año dirigido por William A. Wellman. En cambio, los académicos no pudieron ignorar la calidad de la película de Murnau, que había sido un fracaso en taquilla, y le concedieron el premio a la Mejor Producción con Calidad Artística, un premio que no se ha vuelto a dar en ninguna edición.
  • El negativo original de Amanecer se perdió en 1937 en un incendio. Todas las ediciones que se conservan hoy en día derivan de copias del original que no corrieron la misma suerte.

Veredicto: un rotundo 9,5.

2 comentarios en “Crítica: Amanecer (F.W. Murnau, 1927)

  1. Pingback: Crítica de 'Amanecer' (1927) - elCriticon.es

  2. No es posible apartar de la obra «Amanecer» de Murnau el origen expresionista por la factura de profundo dramatismo que se imprime al guión de Carl Mayer. No deja de lado Murnau el elemento de manejo del poder que es una transversalidad en las principales obras de la corriente expresionista alemana ( «Nosferatu», «El Gabinete del doctor Caligari», «El Golem», «El Estudiante de Praga», «Metrópolis»).
    El poder entendido como la dominación ideológica hacia la masa y el individuo, que comenzaría a aplicarse en Alemania con el ingreso al poder del Tercer Reich desde 1933.
    En «Amanecer» está ese poder que transforma en autómata al personaje interpretado por George O’Brien. El poder lo ejerce en este caso la mujer citadina interpretada por Margareth Livingston.
    O’Brien encara con propiedad su rol adoptando una rigidez física muy propia del César de «Caligari» lo que hace justicia a las poco elaboradas apreciaciones sobre su trabajo.
    «Amanecer», 87 años después, no pierde un ápice de su importancia original, adquiriendo, además, una categoría de obra maestra amplia que debería servir de fragua creativa para las nuevas generaciones de cineasta.

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